Hace unos días viví una experiencia que ya viví antes, muchas, muchísimas veces.
En el contexto de la misma conversación alguien pasó de rechazar los argumentos que usa la medicina para justificar la 'normalización' quirúrgica de cuerpos intersex a proferir, más tarde, una serie comentarios despreciativos sobre otros cuerpos –los que no le gustan.
Cada vez que me ha tocado vivir esta transición conversacional me he preguntado lo mismo, y esta vez no fue la excepción. Por supuesto que le creo a quienes critican el imperio del poder médico, pero ¿qué se imaginan que es el así llamado ‘poder médico’?¿Dónde creen que reside? ¿En las escuelas de medicina? ¿En los hospitales? ¿En los quirófanos? ¿En las batas blancas, en los bisturíes? ¿En el ministerio de salud? ¿En los libros? ¿En Mordor?
Hace unos años hubiera escrito ‘me resulta increíble’ pero la verdad es que hoy tengo que escribir que me resulta totalmente creíble la coexistencia imperturbable entre la corrección teórico-política despatologizante y la reproducción feliz y contenta de cuanto estigma corporal exista, solo porque tal o cual cuerpo contradice el canon deseante de quien habla.
Creíble, pero inaceptable.
Más acá de cualquier institucionalidad abstracta o concreta, el ‘poder médico’ existe, goza y se reproduce cada vez que tu cuerpo o el mío son conjugados por alguien más en los términos del asco, desterrados de la mera posibilidad de lo deseable por una lógica que es, precisamente, diagnóstica.
En el contexto de la misma conversación alguien pasó de rechazar los argumentos que usa la medicina para justificar la 'normalización' quirúrgica de cuerpos intersex a proferir, más tarde, una serie comentarios despreciativos sobre otros cuerpos –los que no le gustan.
Cada vez que me ha tocado vivir esta transición conversacional me he preguntado lo mismo, y esta vez no fue la excepción. Por supuesto que le creo a quienes critican el imperio del poder médico, pero ¿qué se imaginan que es el así llamado ‘poder médico’?¿Dónde creen que reside? ¿En las escuelas de medicina? ¿En los hospitales? ¿En los quirófanos? ¿En las batas blancas, en los bisturíes? ¿En el ministerio de salud? ¿En los libros? ¿En Mordor?
Hace unos años hubiera escrito ‘me resulta increíble’ pero la verdad es que hoy tengo que escribir que me resulta totalmente creíble la coexistencia imperturbable entre la corrección teórico-política despatologizante y la reproducción feliz y contenta de cuanto estigma corporal exista, solo porque tal o cual cuerpo contradice el canon deseante de quien habla.
Creíble, pero inaceptable.
Más acá de cualquier institucionalidad abstracta o concreta, el ‘poder médico’ existe, goza y se reproduce cada vez que tu cuerpo o el mío son conjugados por alguien más en los términos del asco, desterrados de la mera posibilidad de lo deseable por una lógica que es, precisamente, diagnóstica.
Nuestra carne es intervenible, penetrable, cortable y cosible, en suma, violable y mutilable, porque todo aquello que no cumpla con las normas que establecen lo que puede y no puede ser un cuerpo es, así nomás, desechable. Es así como el mundo se estremece de horror cuando una mujer decide que sus ovarios sean extirpados para prevenir el cáncer, pero a nadie le importa la esterilización intersex. Es así como el mundo se estremece de horror ante la mutilación genital femenina, pero se declara incompetente a la hora de juzgar si un clítoris intersex debe ser preservado o no. Es así como el mundo se estremece de horror ante el bullying en las escuelas, pero si un urólogo dice que hay que corregir el pene de un chico para que sus compañeros no le peguen en el baño de la misma escuela la misma gente se pregunta si no tendrá algo de razón.
La medicina afirma que no hay lugar para nosotr*s bajo el sol del deseo. Podemos enfrentarla, podemos demostrar que se equivocan recurriendo a la teoría y a la política, pero en tanto la diversidad corporal siga siendo repudiable la medicina seguirá creyendo tener razón.